Lo que estamos aprendiendo: Reflexiones desde América Latina

La gestión integrada del paisaje puede parecer abstracta, pero cobra vida sobre el terreno. Este año, hemos vuelto a visitar nuestros paisajes para ver cómo la GIP va tomando forma en la práctica. A través de conversaciones sinceras, la reflexión colaborativa y algunas preguntas desafiantes, hemos estado explorando lo que funciona, lo que no, y cómo los equipos están aprendiendo sobre la marcha.

En los últimos meses, hemos tenido la oportunidad de realizar misiones de aprendizaje de segunda ronda en nuestros paisajes de Colombia, Ecuador y Paraguay. Estas visitas formaban parte de un proceso estructurado más amplio para extraer lecciones del terreno, reflexionar de forma crítica con los equipos de los proyectos y contribuir a una comprensión compartida de cómo es en la práctica la gestión integrada del paisaje (la GIP).

Seguimos la misma estructura en todos los países, reflejando lo que nuestros colegas del Componente Central estaban haciendo en sus regiones: basándonos en las respuestas de cada equipo a una encuesta inicial en línea -que recogía el contexto del paisaje y los orígenes del proyecto- junto con las seis dimensiones que habíamos hipotetizado como ingredientes clave para el éxito de la GIP. Estas aportaciones informaron talleres de dos o tres días con los equipos de los proyectos, en los que les invitamos a reflexionar sobre lo que habían hecho, por qué lo habían hecho y cómo habían cambiado las cosas desde nuestras primeras visitas en 2022.

Anclar conceptos abstractos en lugares reales

Una gran lección aprendida fue el reto de la escala. la GIP, por naturaleza, es compleja – y muchos de los paisajes en los que operan estos proyectos son vastos. En Ecuador, por ejemplo, la zona original del proyecto abarcaba casi toda la región andina. Así que, cuando pedimos a los equipos que respondieran a los indicadores de la encuesta, se encontraron saltando entre regiones distantes: la caña de azúcar en el sur, un conflicto por el agua en el norte, un corredor vial afectado por el narcotráfico en otra parte completamente distinta.

Rápidamente quedó claro: para mantener debates significativos sobre cómo funciona realmente la GIP, necesitábamos hacer un zoom. Así que, en cada país, anclamos la conversación en torno a un paisaje más pequeño y claramente definido en el que se aplicaban en paralelo múltiples dimensiones de la GIP. Eso ayudó a los equipos a reflexionar con mayor claridad y nos permitió profundizar.

La importancia de quién está en la sala

Tuvimos la intención de invitar a personas que estuvieran implicadas operativamente en el proyecto – no sólo a jefes administrativos o coordinadores superiores, sino a personas que entendieran cómo se desarrollaba el trabajo sobre el terreno. Al mismo tiempo, también necesitábamos personas que pudieran ver el panorama general – que entendieran que lo que estaban haciendo formaba parte de un enfoque la GIP. Esa combinación – fundamentada pero estratégica – marcó la diferencia en la calidad de las percepciones que recibimos.

De las puntuaciones generosas a la reflexión crítica

Un patrón que observamos fue que los equipos eran inicialmente muy generosos con sus autoevaluaciones – a veces daban puntuaciones altas en todos los ámbitos. Nos dimos cuenta de que teníamos que aclarar que el sistema de puntuación no tenía que ver con lo bueno o lo malo, sino que era una herramienta para la reflexión honesta. Después de reforzar eso, empezamos a ver más variación en las puntuaciones y debates más constructivos.

Por ejemplo, en un taller, todo el mundo valoró muy positivamente la integración de la perspectiva de género… hasta que la especialista en cuestiones de género tomó la palabra y cuestionó la valoración. Eso desencadenó una gran conversación. En otro caso, el jefe del proyecto se incorporó el segundo día y aportó una perspectiva más crítica, lo que ayudó a equilibrar las opiniones en la sala. Estas dinámicas hicieron que las sesiones fueran más matizadas y significativas.

Lo que estamos aprendiendo sobre el aprendizaje

Una dimensión que puntuó sistemáticamente más bajo en todos los países fue el «aprendizaje iterativo». Empezamos a sospechar que el concepto no se comprendía del todo o, al menos, no estaba profundamente arraigado en la forma en que los equipos reflexionaban sobre su propio trabajo. No se trata sólo de ajustar un plan de trabajo o de cambiar de actividad a mitad de camino. Se trata de crear un bucle de aprendizaje: supervisar activamente, poner a prueba los supuestos, aprender de la experiencia y adaptar las estrategias con las partes interesadas. Nos dimos cuenta de que teníamos que hacer más para ayudar a los equipos a comprender esta dimensión y a ponerla en práctica.

Conversaciones sinceras y escritura colaborativa

Quizá lo más gratificante de las misiones fue lo abiertamente que los equipos compartieron con nosotros y lo dispuestos que estuvieron a co-crear los resultados del aprendizaje. En cada país, aprovechamos la sesión final para compartir un borrador de los aprendizajes clave que habíamos captado. Los equipos respondieron en tiempo real, haciendo correcciones, aclarando ideas y añadiendo detalles. Ese ir y venir iterativo ayudó a garantizar la exactitud y fomentó la apropiación de las conclusiones.

Los informes que elaboramos no son sólo sobre los proyectos: se escribieron con ellos. Los equipos de Colombia, Paraguay y Ecuador, por ejemplo, aportaron comentarios detallados que iban mucho más allá de la comprobación de erratas. Nos ayudaron a perfeccionar la narrativa para reflejar mejor la dinámica de las partes interesadas, la historia de los proyectos y la evolución de las estrategias. No fueron meras revisiones técnicas: fueron verdaderas colaboraciones.

Lo que sigue

Al final, este proceso ha sido tanto intelectual como emocionalmente exigente. Las discusiones fueron sinceras. La escritura fue colaborativa. Y el aprendizaje fue mutuo. Al reflexionar sobre lo que está surgiendo en América Latina, nos sorprende la diversidad de enfoques – y los principios comunes que los sustentan.

Desde la coordinación basada en WhatsApp en Paraguay hasta el diseño adaptativo de trampas para cangrejos en Colombia, los principios de la GIP están arraigando de formas muy diferentes. Nuestra esperanza es que, al documentar y compartir estas experiencias sobre el terreno, ayudemos a desmitificar la GIP – haciéndolo menos abstracto, más relacionable y, en última instancia, más eficaz.

Agradecemos a nuestros socios su confianza, su apertura y su tiempo. Este proceso ha sido agotador, sí, pero también profundamente gratificante.